REFLEXION: Volver al Principio: La Cruz como Puente .
- EFRAIN MARINO
- 14 abr
- 2 Min. de lectura
Por Efraín Marino (@efrainmarinojr)
Hay símbolos que se clavan en la memoria de los pueblos y no se marchitan con el tiempo; lo llevan las iglesias, los cementerios, las habitaciones sobre las camas, los cuellos con cadenas de oro y plata; y hasta los tatuajes en tinta indeleble.
La cruz, “aquel madero de escándalo y redención”, no es sólo el emblema de una fe, sino el mapa de un regreso. En esta Semana Santa, entre el perfume de los lirios y el rumor de los salmos, se alza otra vez su silueta inconfundible: vertical hacia el cielo, horizontal hacia el hombre. Y en ese cruce de maderas, la humanidad entera halla sentido.
La cruz no fue diseñada para adornar cuellos ni vitrales. Fue tallada por el dolor y elevada por el amor. Su travesaño horizontal, "abierto de lado a lado", nos recuerda que el Evangelio no es un camino solitario. Es un abrazo extendido, un puente tendido hacia el otro, un llamado urgente a amar al prójimo como a uno mismo. Porque no hay cristianismo sin compasión, ni fe verdadera sin fraternidad.
Pero la cruz también se alza, firme, con su madero vertical apuntando al cielo. Nos conecta con lo eterno, nos une con Dios. Es esa línea que atraviesa el suelo de nuestros días y perfora el firmamento para decirnos que el cielo ha descendido, que la distancia entre lo divino y lo humano fue vencida por un Cristo colgado entre ambos mundos.
El travesaño horizontal nos reconcilia con el hermano. El vertical nos reconcilia con el Padre. Y donde ambos se cruzan, "en el centro del madero", allí ocurre el milagro: todo es posible.
Hoy, cuando la modernidad nos ha hecho especialistas en conexiones digitales pero huérfanos de vínculos reales, la cruz vuelve a hablarnos. No con gritos ni sermones, sino con la elocuencia del silencio. Nos dice que el amor no es discurso, sino entrega. Que no basta con recordar la pasión de Cristo una vez al año, si no vivimos su compasión cada día.
Volver a los principios cristianos no es un retroceso, es un regreso. Es la memoria que se convierte en futuro. Es entender que la cruz no terminó con un suspiro, sino con una declaración: "Consumado es." No todo está perdido si aún hay quien regrese. No todo está muerto si todavía hay quien crea.
En esta Semana Santa, más que mirar la cruz como un símbolo, habitémosla como camino. Dejemos que sus brazos nos abracen y su altura nos eleve. Porque en el cruce de esos maderos, lo eterno se hizo cercano y lo humano encontró redención.
Volver al principio… Es volver a la cruz.
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