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EL ECO LATINOAMERICANO DEL "I HAVE A DREAM".

  • Foto del escritor: EFRAIN MARINO
    EFRAIN MARINO
  • 31 ago
  • 2 Min. de lectura

Por: Efraín Marino Rincón @efrainmarinojr - Presidente de Corprensa Colombia

Aquella tarde del 28 de agosto de 1963, el calor en Washington se mezclaba con la multitud que esperaba escuchar al reverendo Martin Luther King Jr. , desde las escalinatas de mármol del monumento a Lincoln, levantó la voz con un timbre que parecía traer ecos de profetas antiguos: “I Have a Dream”.

No fue un discurso para adornar la historia, fue un río de palabras que nacía del dolor y desembocaba en la esperanza; un llamado para que un día los hijos de los esclavos y los hijos de los esclavistas pudieran compartir el mismo pan en la misma mesa. King no hablaba solo de derechos raciales, hablaba de dignidad, hablaba del derecho de cada ser humano a existir sin cadenas.

Seis décadas después, ese eco todavía viaja, y cuando toca suelo latinoamericano se encuentra con un paisaje distinto, pero igual de herido. Aquí no se trata de segregación racial, sino de otras formas de esclavitud: corrupción que devora, desigualdad que hiere, violencia política que acalla, autoritarismos que se disfrazan de democracia.

En este continente también se sueña, aunque tantas veces el sueño se marchita en espejismos. Hablamos de justicia social, pero la justicia siempre parece desviarse hacia los mismos poderosos; decimos libertad, pero la libertad se vuelve un privilegio; exigimos derechos, pero quienes los reclaman suelen pagar con el exilio, con el silencio o con la vida.

Colombia aún vela a sus líderes sociales caídos, Venezuela, Cuba y Nicaragua cargan con el peso de gobiernos que se aferran como si fueran eternos, y México, Brasil y Argentina ven cómo la corrupción se desliza como óxido sobre el hierro, corroyendo la confianza en sus instituciones. King pedía que la justicia corriera como un río impetuoso, pero aquí ese río se seca en los desiertos de la desigualdad o se tuerce hacia los cauces del poder.

Su discurso incomoda porque nos recuerda que soñar no basta; hay que transformar. King sabía que lo podían matar, y lo mataron, pero aún así se negó a callar. Nosotros, en cambio, solemos resignarnos, repetimos con desgano el “así es la política” y dejamos que el conformismo nos duerma.

El gran desafío de Latinoamérica es atreverse a soñar juntos; no con sueños prestados por caudillos ni con consignas que se disfrazan de revoluciones, sino con la certeza de que un niño pueda crecer sin miedo, que la salud y la educación dejen de ser lujos, que disentir no se pague con sangre.

Martin Luther King hablaba desde la fe y desde la ciudadanía, y esa mezcla lo convirtió en faro, en profeta y en hombre. Nosotros necesitamos recuperar esas voces que sacuden, esas palabras que incomodan, esos sueños que no se negocian.


El día en que nuestros pueblos comprendan que la política no es botín, sino servicio, ese día el eco de aquel “I Have a Dream” hallará refugio en estas tierras. Hasta entonces, el sueño de King seguirá llamándonos como un río subterráneo, recordándonos que no basta con dormir y soñar, que llegó la hora de despertar y hacerlo realidad.

 
 
 

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