Crónica | David José Valencia Campo: el candidato que quiere potenciar con el nuevo talento, el día y la noche de la ciudad de Bogotá.
- EFRAIN MARINO
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Por: Efraín Marino – Presidente Corprensa Colombia @efrainmarinojr @corprensacol
En una ciudad donde el reloj nunca se detiene y las tensiones entre el caos y la creatividad conviven en cada esquina, emerge una figura que habla con soltura tanto de indicadores como de arte callejero; de presupuestos, pero también de talento local. David José Valencia Campo, candidato a la Cámara por Bogotá (#101 del Partido Conservador), ha construido un discurso que no suena a libreto político, sino a mapa de ciudad: uno donde la cultura, la administración eficiente y la seguridad no son departamentos aislados, sino engranajes de un mismo futuro.
Su juventud es evidente, pero no es el pretexto: es el impulso. Valencia pertenece a una generación que entiende que Bogotá no solo se gobierna desde oficinas de día, sino también desde calles que palpitan de noche. Por eso habla con determinación de una idea que, hasta hace poco, parecía remota: una Bogotá 24 Horas, real, estructurada y segura, guiada por políticas modernas de movilidad, empleo nocturno, vigilancia y convivencia. En su propuesta se destaca la creación de un Alcalde de la Noche, figura presente en ciudades como Ámsterdam, Nueva York o Berlín, responsable de coordinar el ecosistema nocturno y convertirlo en motor económico y cultural.
En sus caminatas por barrios tradicionales y sectores vibrantes, Valencia repite una frase que ya se volvió marca personal: “La noche no es un problema, es una oportunidad”; y para él esa oportunidad se traduce en crecimiento económico, empleos para jóvenes, dinamización del turismo, y —sobre todo— una convivencia mejor regulada y más segura.
Pero su mirada no termina ahí, si algo distingue a Valencia Campo es su convicción de que la cultura no es un lujo, sino una herramienta de transformación social; cree, sin timidez, que apoyar al artista emergente es también política pública, desde los grafiteros y muralistas que colorean la ciudad, hasta los músicos, bailarines, actores y creadores de contenido que buscan oportunidades, su propuesta es clara: Bogotá necesita mecanismos reales de fomento cultural, espacios para la creación, estímulos transparentes y una red de apoyo para que el talento no se pierda entre la burocracia.
Durante un encuentro con jóvenes en la localidad de Suba, un muchacho le mostró sus canciones grabadas en un celular desgastado. Valencia lo escuchó completo. No lo interrumpió, no posó para la foto; y cuando terminó, solo dijo: “Si la ciudad no es capaz de escuchar su propio talento, ¿a qué aspira?”. Detrás de la frase hay una convicción genuina: fortalecer el ecosistema artístico puede ser también una estrategia de seguridad, de identidad y de reconstrucción de tejido social.
Valencia combina ese espíritu cultural con su sello técnico. Es administrador en el fondo y en la forma: piensa en metas claras, en indicadores, en presupuestos que funcionen, si promete una Ley de la Noche, La Ley del Artista; lo hace con estructura: horarios escalonados, protocolos de cuidado, formalización de oficios nocturnos, fortalecimiento del turismo responsable y articulación entre Policía, comerciantes y ciudadanía.
En un país fatigado de discursos sin sustento, sorprende su manera de aterrizar las ideas: con números, con rutas, con proyecciones, sin grandilocuencias; allí se refleja la mezcla que lo distingue: liderazgo joven, talento político, sensibilidad cultural y disciplina administrativa.
Mientras otros candidatos repiten lugares comunes, José David Valencia Campo avanza con una propuesta que entiende la ciudad como un organismo vivo, una Bogotá que crea, que trabaja, que suena, que sueña… de día y de noche.
El C-101 en el tarjetón podría ser uno más, pero detrás está un candidato que insiste, sin cliché y sin temor, en que el futuro de Bogotá también se escribe cuando cae el sol; y que si se administra bien —con talento, orden, cultura y visión— esa Bogotá nocturna puede convertirse en el motor que la capital lleva años esperando.
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