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COLOMBIA 2026: POLARIZACIÓN 2.0

  • Foto del escritor: EFRAIN MARINO
    EFRAIN MARINO
  • 4 abr
  • 2 Min. de lectura

 

EDITORIAL.

 


Por: Efraín Marino

Presidente Corprensa Colombia @corprensacol

 

Las elecciones presidenciales de 2026 se acercan, y en lugar de encontrar un debate sobre propuestas, modelos de desarrollo o soluciones a los problemas del país, nos enfrentamos a la misma historia de siempre: no se votará por un candidato, sino contra el otro. No importará quién esté en el tarjetón, porque para muchos colombianos la elección ya está definida por odio, no por esperanza. Para los de derecha, el objetivo será impedir que la izquierda continue en el poder; para los de izquierda, lo primordial será evitar el regreso de cualquier figura que represente a la derecha. Pero ¿dónde queda el país en medio de esta batalla?

 

Desde hace años, la política en Colombia dejó de ser un espacio de discusión, ahora es un campo de guerra ideológica donde nadie escucha y todos hablan. El uribismo, con su discurso de seguridad y desarrollo, se ha aferrado a la idea de que cualquier alternativa es una amenaza comunista. El petrismo, con su narrativa de cambio y justicia social, ha demonizado a todo aquel que cuestione su gestión. En el camino, ambos han alimentado un monstruo: la política del odio. Antes eran godos y cachiporros, azulejos y colorados, fascistas y comunistas; ahora han nacido sus contracaras más radicales: los antiuribistas y los antipetristas, personas cuyo único objetivo es derrotar al otro, sin importar las consecuencias. La política ha dejado de ser un ejercicio de construcción colectiva para convertirse en una división permanente.

 

Así llegaremos a 2026, con un país partido en  bandos que no buscan gobernar, sino evitar que el otro gobierne, votaremos no por propuestas, sino por odio, no por construir, sino por castigar; y al final, gane quien gane, Colombia seguirá atrapada en el mismo ciclo de rabia y confrontación que nos impide avanzar. ¿hasta cuándo? ¿Cuándo entenderemos que un país no se construye desde los egos, sino desde la voluntad de encontrar puntos en común? Si no rompemos este círculo, seguiremos eligiendo no a los mejores, sino a los que toquen.

 

Las elecciones presidenciales de 2026 están en el horizonte y más que una disputa de ideas, serán una batalla entre partidistas, no se elegirá un modelo de país, sino una forma de revancha. La pregunta no será “¿quién es el mejor?”, sino “¿a quién castigar?”. Si algo ha quedado claro en los últimos años, es que Colombia no avanza mientras siga atrapada en este juego de lealtades, fanatismos y odios ciegos. Las elecciones deberían ser una oportunidad para elegir el mejor rumbo, no un plebiscito de rencores. Pero por ahora, el país sigue atado a la misma pregunta de siempre: ¿votar por un futuro o contra un enemigo?

 

El 2026 puede ser otro capítulo de la misma historia o el inicio de algo diferente. La decisión, como siempre, estará en las manos de los colombianos que cada vez tienen menos deseos de votar.

 
 
 

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